El botox (o toxina botulínica tipo A), se usa con fines médicos para tratar algunas enfermedades neurológicas y en medicina estética.
Al inyectar bótox, éste relaja las fibras de los músculos para disminuir su potencia de contracción. Lo cual conlleva, que la comunicación que existía entre los nervios se vea interrumpida de forma reversible mientras dura el efecto, de forma que acaba originando una parálisis o relajación de las fibras musculares responsables de la contracción muscular y por tanto de la formación de arrugas o líneas de expresión. Por este motivo se suele utilizar en medicina estética para retardar o detener la aparición de arrugas.